“La violencia humana es tan cruel, tan insensata. Se hace difícil de entender, sobre todo si uno se considera normal.”
Después de largos trámites, nos fue entregado finalmente el cadáver de mi hija, en un lamentable estado de descomposición y ruina. Tenía la mitad del rostro destrozado por itakasos, la boca sin apenas dientes, la cabeza rasurada, la parte inferior del abdomen medio arrancada y quemada, desgarros vaginales, cortes en nalgas, brazos, muslos y plantas de los pies, y le faltaban los dos pezones de los pechos, mutilados salvajemente. El cadáver presentaba asimismo perforaciones de bala en el vientre, efectuadas a quemarropa (detalle que no concuerda con la teoría policial de haber sido abatida tratando de escapar en un coche de un control), pero sin muestras de haber sangrado, por lo que es fácil imaginar que fueron llevados a cabo después de su muerte real, para incitar a la confusión. El cuerpo nos fue entregado por una funeraria tras ser depositado en ella por la policía.
De la represión argentina, en El tiempo del exilio. Los años Rojos,
de Jordi Sierra i Fabra.
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